El origen del lenguaje

En general, todos nosotros comenzamos a hablar entre los 7 y 12 meses después de nacer, aunque nuestra capacidad de expresión oral no adquirirá cierta destreza hasta una vez transcurridos entre 24 y 36 meses de vida. A pesar de que, hasta ese momento, no somos capaces de transmitir mediante el habla nuestros deseos y necesidades biológicas el esfuerzo por comunicarnos nos llevará a usar cuantas herramientas podamos emplear para hacer llegar nuestras carencias y estados de ánimo a nuestros progenitores. Estos esfuerzos iniciales por comunicarnos establecen un primer contacto con el uso del lenguaje. En este sentido, aunque el lenguaje suele vincularse con el habla, lo cierto es que, en realidad, se define como una vía de comunicación que puede desarrollarse tanto a través de la expresión oral, como de la escrita e incluso gestual.

Hablar del lenguaje, en clave de evolución humana, es más difícil, ya que, a pesar del avance desarrollado por la Paleontología humana durante las últimas décadas, a partir de la investigación interdisciplinar, sigue siendo sumamente complejo saber cómo se comunicaron otras especies de homininos diferentes a la nuestra y, especialmente, si esta comunicación se realizó mediante el habla.

Empecemos por el principio. Definir de forma exacta en que momento de la evolución humana surgió el lenguaje oral es un reto mayúsculo. La primera clave para afrontar esta dificultad es comprender cómo se ha desarrollado el proceso de evolución humana. Los cambios físicos en todas las especies de homininos que nos han precedido y, por tanto, de sus propias capacidades se han desarrollado de forma gradual y progresiva de manera que es imposible separar la aparición del lenguaje de este patrón evolutivo. Es decir, es una tarea imposible determinar el momento concreto, a lo largo de los más de 6 millones años de evolución humana, en el que nuestros ancestros comenzaron a hablar. Sin embargo, sí que podemos, al menos intentar, determinar cuáles de las especies que nos han precedido estuvieron equipadas genética y físicamente para poder comunicarse mediante el lenguaje oral. Durante los últimos años esta cuestión está siendo abordada de forma conjunta por diferentes ramas de la Medicina, la Paleontología humana y la Arqueología. El objetivo de estas investigaciones es analizar y evaluar la capacidad de las diferentes especies protagonistas del proceso de evolución humana para poder hablar y escuchar. En este ámbito, si algo sabemos a estas alturas es que para poder comunicarnos mediante lenguaje oral debemos disponer de un equipamiento biológico adecuado.

En primer lugar, debemos disponer de un cerebro capacitado para ejecutar el lenguaje. En concreto, el lenguaje está relacionado principalmente con el hemisferio izquierdo del cerebro, donde diferentes áreas se encargan tanto de la construcción y planificación sintáctica (el área de Broca) como también de la codificación y descodificación de los mensajes (el área de Wernicke). Además, es necesario que el aparato fonador y sus órganos principales, especialmente la faringe y la laringe, dispongan de unas características y una ubicación concretas para poder hablar. Y por supuesto, a su vez, es necesario tener una audición capaz de recibir los sonidos que sirven para establecer la comunicación oral. Si partimos del estado actual de conocimiento sabemos que, desde el punto de vista del desarrollo cerebral probablemente las primeras especies surgidas dentro del género Homo ya estuvieron equipadas, hace unos 2 millones de años, para poder comunicarse mediante el lenguaje oral. Pese a ello, si atendemos las características que deben tener otros órganos clave, como la laringe o la faringe, parece que el lenguaje oral se habría desarrollado posteriormente, puede que ya, vinculado a especies más recientes como Homo heidelbergensis u Homo neanderthalensis. Así, actualmente sabemos que el cerebro y el cuerpo de los neandertales estaba ya equipado para poder comunicarse mediante el lenguaje oral. Por ejemplo, un estudio reciente ha demostrado que su audición era indistinguible de la nuestra, por lo que, si oían como nosotros es probable que también hablaran de una forma similar a como lo hace nuestra especie. Dicho esto, y a pesar del avance realizado en esta línea de investigación, seguimos sin poder asegurar que los neandertales emplearan el lenguaje oral para comunicarse y, solamente, podemos confirmar que disponían de las herramientas necesarias para poder hacerlo. Aunque pueda parecer lo contrario esta percepción de nuestros ancestros neandertales con respecto a sus capacidades es ya un gran avance, sobre todo teniendo en cuenta la visión peyorativa, en la línea de salvajismo, con la que ha sido vinculada esta especie en el pasado.

En todo caso, intentar concretar la disponibilidad de este tipo de capacidades, en las especies que nos han precedido como protagonistas principales de algunas fases de la Prehistoria, es vital y, por este motivo, esta cuestión ha focalizado numerosas investigaciones durante los últimos años. No en vano el lenguaje oral es un elemento básico para la transmisión de conocimiento, experiencia y en definitiva de sabiduría, elementos imprescindibles para poder sobrevivir en un ambiente que en ocasiones fue muy hostil. Además, para valorar la importancia del lenguaje oral deberíamos añadir su fundamental aportación para el establecimiento de las relaciones sociales entre los individuos de un mismo grupo o familia y, por supuesto, entre diferentes clanes. En definitiva, el lenguaje oral fue, con seguridad, un elemento fundamental para el desarrollo cultural y social durante la Prehistoria y, por este motivo, seguirá siendo un tema central de la investigación interdisciplinar para tratar de esclarecer su origen y progreso dentro del proceso de evolución humana.

David Cuenca Solana

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