¿Qué aporta la herencia neandertal a los humanos actuales?

En los últimos 10 años hemos conocido que las poblaciones humanas modernas tenemos una parte de genética neandertal. En algunas poblaciones y para algunos genes concretos, los genes neandertales pueden llegar a estar presentes hasta en el 60% de las personas. Una parte de lo que somos se debe a los neandertales, que ahora sabemos que forman parte de nuestros ancestros. ¿Qué nos aporta esta herencia neandertal?

Es una dotación muy variada y un tanto desordenada. Una parte importante se conoce por la relación entre genes neandertales y algunos tipos de rasgos, a menudo patológicos, que se han observado en poblaciones modernas. No hay que olvidar que buena parte de esta asociación se ha hecho con un muestreo llevado a cabo por un servicio de salud británico. Nuestra información está de momento un poco sesgada porque se centra en la relación entre genes y enfermedades o disfunciones.

Hemos podido comprobar que hay una relación significativa entre algunos de estos genes heredados de los neandertales y afecciones más frecuentes de lo normal en forma de depresión, adicción al tabaco, algunas lesiones cutáneas y alergias. También otras dotacioes como un mayor grosor de piel y cabello, hipercoagubilidad en la sangre. Pero también algunas ventajosas, como una mejor respuesta del sistema inmune frente a los virus. En este sentido, se ha encontrado que la encima OAS1 degrada el RNA viral e inhibe la proliferación viral. La encima se genera en un gen heredado de la línea neandertal. En el caso de la COVID-19, la presencia de una variante específica de esta encima reduce el riesgo de sufrir contagio, y en caso de sufrirlo, de desarrollar variantes severas de la enfermedad.  Pero, por el contrario, otras variantes genéticas heredadas de los neandertales, situadas en el cromosoma 3, aumentan el riesgo de sufrir incidencias severas, por fallos respiratorios por la COVID-19. Es, por lo tanto, una herencia genética que tiene sus pros y sus contras y que, en buena medida, está aún por desvelar.

Pero hay otra herencia neandertal que quizá ha pasado más desapercibida. Esta es la herencia social, cultural o histórica que descubrimos a través de la arqueología prehistórica. Muchos de los rasgos de las sociedades humanas se han ido generando a lo largo de la historia, y de la prehistoria. No vienen dados. Tienen un origen en unas situaciones históricas, a veces en un pasado muy remoto, que las hicieron necesarias o posibles. Todos somos conscientes de que la escritura (y la lectura) son habilidades que todos los humanos heredamos de un desarrollo histórico concreto, hace 6000 años, en Mesopotamia y Egipto. Lo mismo ocurre con el invento del metal o de la agricultura. Pero esto es así también con la capacidad estética, el arte, el simbolismo, o el mismo lenguaje articulado con el que nos expresamos hoy en día. Como también el Estado, la guerra o la desigualdad institucionalizada. Son inventos o descubrimientos de sociedades prehistóricas que hemos heredado.

Muchos de estos descubrimientos que han cambiado la historia de la humanidad son obra de sociedades neandertales. En algunos casos se trata de novedades muy importantes. Por ejemplo, la capacidad para colonizar regiones especialmente inhóspitas por grupos de poblaciones muy reducidas. Los neandertales vivieron a lo largo de decenas de miles de años en las regiones más septentrionales de Eurasia. De hecho, las primeras pruebas de presencia humana cerca del círculo polar ártico, en el norte de Siberia, se deben a neandertales. Para ello, desarrollaron organizaciones técnicas y logísticas muy sofisticadas, como el uso de puntas de piedra como proyectiles para la caza —algunas de las más antiguas localizadas en yacimientos de la región cantábrica, como la cueva de El Castillo o Lezetxiki— o la imaginativa técnica de talla de piedra que conocemos como Levallois.

También encontramos entre los neandertales las raíces de la solidaridad, de la empatía, del cuidado de los dependientes, especialmente de los niños. O el sentido de la trascendencia expresado en los rituales funerarios. Estos se inician entre poblaciones neandertales hace algo más de 100 000 años en Próximo Oriente y se expanden, lentamente, entre el resto de las sociedades humanas. El enterramiento de Tabun, que probablemente incluía a un neonato acompañando a un adulto, se produjo en aquellas fechas y constituye la evidencia más antigua que tenemos de esta conducta tan específicamente humana.

Son rasgos que emergen en unos contextos prehistóricos concretos y que anidan a partir de ese momento en el acervo común de los humanos. Son nuestra herencia, recibida de los neandertales, que ahora sabemos que también son nuestros ancestros.

Jesús González Urquijo

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